martes, 25 de noviembre de 2008

Orar constatemente

Entre los sitios de Internet católicos os aconsejo el Evangelio del día (www.evangeliodeldia.org). De forma gratuita, podemos facilitar nuestro correo electrónico y recibir, a diario, lecturas de la jornada, biografías de Santos y una pequeña meditación. La siguiente la recibí hace unos días y, llenó tanto, que decidí compartirla:

Es preciso que no restrinjas tu oración a la sola petición en palabras. En efecto, Dios no necesita que se le hagan discursos; sabe, aunque no le pidamos nada, lo que nos hace falta. ¿Qué hay que decir a esto? La oración no consiste en fórmulas: engloba toda la vida. «Por tanto, ya comáis, ya bebáis, dice el apóstol Pablo, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.» (1C 10,31). ¿Estás en la mesa? Ora: al tomar el pan, agradece a quien te lo ha concedido; bebiendo el vino, acuérdate del que te ha hecho este don para alegrar tu corazón y solazar tus miserias. Acabada la comida, no te olvides de tu bienhechor. Cuando te pones la túnica, agradece al que te la ha dado; cuando te pones tu manto, muestra tu afecto a Dios que nos provee de vestidos adecuados para el invierno y para el verano, y para proteger nuestra vida.

Acabado el día, agradece a aquel que te ha dado el sol para trabajar durante el día y el fuego para iluminar la noche y proveer nuestras necesidades. La noche te da motivos para la acción de gracias; mirando el cielo y contemplando la belleza de las estrellas, ora al Señor del universo que ha hecho todas las cosas con tanta sabiduría. Cuando contemplas a la naturaleza dormida, adora a aquel que con el sueño nos alivia de todas nuestras fatigas y, a través de un poco de descanso, devuelve el vigor a nuestras fuerzas.

Así orarás sin descanso, si tu oración no se contenta con fórmulas y si, por el contrario, te mantienes unido a Dios a lo largo de toda tu existencia, de manera que hagas de tu vida una incesante oración.


San Basilio (hacia 330-379), monje y obispo de Cesarea, en Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía 5

1 comentario:

Dolores dijo...

Si el amor que me tenéis,
Dios mio,es como el que os tengo,
decidme ¿en qué me detengo?
o vos ¿en qué os detenéis?.
Alma,¿qué quieres de mi?
- Dios mío, no más que verte,
-Y ¿qué temes más de ti?
-Lo que más temo es perderte.
Un amor que ocupe os pido,
Dios mío,mi alma os tenga,
para hacer un dulce nido,
adonde más la convenga.
Un alma en Dios escondida,
¿qué tiene que desear,
si no amar y más amar,
y en amor toda encendida
tornarte de nuevo a amar?

Santa Teresa